miércoles, 26 de marzo de 2008

Intolerancia y provocación, la verdadera naturaleza del Gobierno.

Sólo un ignorante izquierdista de cotillón con evidente desconocimiento de la realidad agropecuaria podría describir a la protesta del campo como los “piquetes de la abundancia”, como lo hizo la Presidente, o sólo un "piquete patronal", como deslizó el ministro Lousteau. Bastaría que hubieran observado por televisión la composición social de las protestas y hubieran comprobado que hay peones, empleados, comerciantes y pequeños productores, como así también chicos y mujeres, todos del interior y vinculados, de una u otra manera, al sector productivo más competitivo de la economía argentina.
Con el aumento de las retenciones, el gobierno nacional recaudará este año alrededor de 10.230 millones de dólares, un 136% más que el año pasado.
El esquema de derechos de exportación constituye una de los mecanismos más brutales y arcaicos de transferencia de ingresos que ya ha demostrado su inutilidad para controlar los precios del mercado interno. El subir las retenciones hasta niveles confiscatorios no garantizó ni garantizará, como pretende hacernos creer el Gobierno, precios más bajos para los alimentos, los más baratos de todo el continente. Por el contrario, lo que está provocando es la caída de la rentabilidad de la actividad hasta el absurdo de obligarlos a dejar de producir, como ya está pasando con la ganadería y el tambo.
Córdoba y Santa Fe aportan al gobierno nacional más recursos por derechos de exportación que las transferencias por coparticipación que recibirán en 2008, un 80% y un 50% más respectivamente. De la misma manera, Santa Fe es la provincia que más aporta por hectárea sembrada, y Córdoba la que más aporta por habitante.
Cada cordobés aportará este año 761 dólares sólo en concepto de retenciones y cada santafesino 675 dólares. Pero lo más paradójico es que cada santiagueño aportará 435 dólares y cada chaqueño 351 dólares, con las carencias en términos sociales que sabemos tienen esas provincias.
Sólo 6 provincias argentinas –Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos, Santiago del Estero y Chaco- aportarán el 92,4% del total de recursos de las retenciones durante la campaña 2007/2008.
Los datos son contundentes y manifiestan la brutalidad de la transferencia de ingresos del interior hacia el gobierno, y del campo hacia las grandes ciudades, porque resulta harto evidente que poco hizo y hace el gobierno en materia de obras de infraestructura que pudieran favorecer y mejorar las condiciones sistémicas para la producción agropecuaria.
El campo representa el sector más competitivo de nuestra economía, y ello fue siempre por la perseverancia en el esfuerzo y la reinversión permanente de lo producido, a pesar de un estado parásito, socio siempre en las ganancias, pero nunca en las pérdidas.
Pero las medidas económicas decididas no son lo más grave, porque serían fácilmente corregibles si primara la cordura, la humildad, la tolerancia y el respeto. Pero este gobierno no exhibe ninguna de esas virtudes.
No se hubiera llegado a este punto si se hubiera tratado de consensuar previamente las medidas adoptadas. Pero sobre todo, no hubieran florecido a lo largo y ancho del país los grupos de productores autoconvocados ni los cacerolazos en la ciudad de Buenos Aires si no hubiera escalado hasta límites insoportables la provocación verbal de los funcionarios del gobierno, la cuál culminó con el discurso soberbio y autista de una Presidenta que perdió absolutamente los dones de la ubicuidad y la compostura que su investidura demandan.
No se puede gobernar asentado desde la amenaza y la provocación de los grupos piqueteros y sindicales oficialistas de choque. Hay que aprender que el disenso es la base de la democracia, y que para amplios sectores del pueblo argentino, la dignidad no es objeto de negociación.
Aún podemos evitar falsas antinomias generadas desde el poder que nos retrotraigan a otros tiempos; no podemos alentar irresponsablemente la confrontación entre el campo y la industria, entre los productores y los asalariados, entre el conurbano y el interior del país.
Es hora de actuar con madurez, sensatez, equilibrio, moderación y humildad, todos valores que, ante todo y a pesar de todo, debemos tratar de poner los argentinos que siempre defendimos la institucionalidad republicana y el estado de derecho. Porque, de la Presidente y sus acólitos, quedó claro, una vez más, sólo podemos esperar intolerancia y provocación, simplemente porque, como en el escorpión, están en su naturaleza. No caigamos en su trampa.
Damián Vaudagna